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@José Miguel Esteban

PROGRAMA SHUTTLE DISCOVERY (25) STS-95


Tripulantes: Curtis L. Brown (5) - Steven W. Lindsey (2) - Scott E. Parazynski (3) - Stephen K. Robinson (2)
Pedro Duque (1) - Chiaki Mukai (2) - John H. Glenn (2)

Duración de la misión: del 29 Octubre al 7 de Noviembre 1998

 

Objetivo de la misión: SPACEHABE-SM, SPARTAN-201, HOST.

Jueves, 29 de Octubre de 1998
El Discovery despegó de cabo Cañaveral con el astronauta español Pedro Duque, entre los siete tripulantes que viajan al espacio, se encuentra el anciano John Glenn.


El lanzamiento fue perfecto, pero una pieza exterior de la nave se desprendió dos segundos después de la ignición, la tapa del compartimento del paracaídas de frenado utilizado en el aterrizaje.
El príncipe Felipe y el presidente Clinton presenciaron el despegue, en un día soleado, mientras decenas de cadenas de televisión transmitían el lento, emocionante y estrepitoso ascenso de la nave sobre el colchón de gases emitido por sus propulsores.
El centro de la atención de la misión STS-95, es el senador por el estado de Ohio, John Glenn con sus 77 años, que en 1962 fue el primer norteamericano en órbita.
Desde aquel vuelo de Glenn, solo en EE.UU ha habido 200 misiones espaciales en las que han participado unos 200 astronautas.
«Cobaya oficial» de la misión.
Glenn parece la cobaya oficial de la misión. El y Pedro Duque se inyectarán proteínas y tomarán píldoras para comprobar el proceso que sufren los músculos. También se seguirá su frecuencia cardiaca mediante un monitor Holter, se controlarán las dificultades que pudiera tener con el equilibrio y se comparará su pérdida de masa muscular con la de los otros astronautas cuando vuelvan a la Tierra.


Glenn es el hombre de mayor edad que ha salido al espacio, con 16 años de diferencia sobre Story Musgrave, que realizó su sexto vuelo espacial en 1996 con 61 años.
Los más importantes se llevarán a cabo en el módulo Spacehab, un cilindro presurizado situado en la bodega del transbordador (parte trasera) al que los astronautas pueden acceder desde la cabina de mandos por un túnel de descomprensión.
El Spacehab es propiedad de una compañía privada que comercializa su uso en colaboración con la NASA. En él se pueden llevar a cabo estudios científicos de diversa índole, en función de las instalaciones que se alojen en su interior.
La NASA realiza 83 experimentos, 4 de ellos españoles, de Física y Biología, de la Universidad Autónoma de Madrid y del Instituto de Ciencias de la Tierra de Granada (CSIC-Universidad), pero lo que merece más atención son los que tienen por objeto el estudio del envejecimiento: problemas cardiovasculares, desequilibrios, debilidad de huesos y músculos y problemas de sueño.


Domingo, 8 de Noviembre de 1998
«Hola, Houston, aquí PF-2, me encuentro bien».
John Glenn despejó ayer, nada más aterrizar, las dudas sobre su salud.

Precedido de dos estruendos, a modo de salvas de bienvenida, el Discovery se posó mansamente sobre la pista del Centro Espacial Kennedy y devolvió a este mundo al español Pedro Duque y al veterano John Glenn, que sufrió lo suyo para recuperar la vertical y habituarse de nuevo a la gravedad. Los dos bombazos, en el momento en que el Discovery atravesaba a la inversa la barrera del sonido, sirvieron de inmejorable señal. En pocos segundos, el transbordador se hizo visible en el horizonte y, con medio minuto de adelanto sobre lo previsto, aterrizaba a unos 350 kilómetros por hora. El comandante Curt Brown, curtido en seis vuelos anteriores, no necesitó ni la mitad de los cuatro kilómetros y medio de pista.
Nadie echó en falta el paracaídas. Atrás quedaban cinco millones de kilómetros, 134 órbitas, 83 experimentos y miles de ilusiones compartidas durante los nueve días del histórico vuelo. Los astronautas tardaron algo más de lo habitual en descender del transbordador. Acto seguido, se especuló con que el motivo del retraso eran las dificultades para adaptarse a la gravedad de John Glenn.


La NASA no quiso especificar el motivo de la tardanza. El caso es que John Glenn, con andar pesaroso, fue el segundo en descender de la nave y el primero en montarse en el autobús de vuelta, sin prodigarse en exceso ante las cámaras. Pedro Duque bajó el último, con el entusiasmo de su primer vuelo dibujado aún en su perenne sonrisa. Los siete astronautas estiraron durante cinco minutos las piernas alrededor del Discovery y hablaron por boca de Curt Brown, el comandante: «El viaje ha sido espléndido. Regresamos en las mismas condiciones en las que salimos». El abuelo John Glenn, tan hablador en órbita, dejó sedientos a los micrófonos. La NASA pasó poco después un breve comunicado con sus primeras palabras nada más tocar tierra: «Hola, Houston. Aquí PF-2, más conocido como John... Quiero repetir el mismo mensaje que hice hace mucho, mucho tiempo: me encuentro bien.


El Discovery y su tripulación nos han llevado muy lejos, y la vista sigue siendo tremenda. A todos aquellos que rezaron conmigo y nos siguieron alrededor del mundo, nuestro más profundo agradecimiento. Y a todo el equipo de la NASA, del primero al último: gracias por ese soberbio trabajo que tanto nos beneficia, aunque a menudo no tenga el debido reconocimiento». «Daos los unos a los otros una palmadita en la espalda», concluyó John Glenn. «¡Os lo merecéis!» Los astronautas desaparecieron en una furgoneta metalizada y tuvieron algo más de seis horas para descansar y someterse a los primeros chequeos médicos, antes de ponerse por primera vez a tiro de la prensa. El día empezó tempranísimo para todos ellos: a las 3.09 horas de la madrugada, el despertador de Houston hizo sonar los compases de La cucaracha. «Dedicada especialmente a Pedro Duque, de su mujer, Consuelo», hicieron saber desde el control de vuelo. Las dos últimas vueltas alrededor de la tierra servirían para comprobar el funcionamiento de la instrumentación de vuelo y ultimar los preparativos del regreso. A las 9.53 horas el transbordador encendía motores para ralentizar la marcha y desengancharse de la órbita. Cuando la cuenta atrás en Cabo Cañaveral indicaba 50 minutos, el control de Houston anunció que el transbordador se encontraba sobre el continente australiano y estaba a punto de entrar en la atmósfera terrestre.


El Discovery sobrevoló Texas y Luisiana, y después enfiló por el golfo de México hacia Florida. Los dos cañonazos lo hicieron finalmente visible como un lejano brillo. El aterrizaje de ayer fue el primero en seis años sin paracaídas. El desprendimiento de la compuerta que lo protegía, por efecto del calor durante el despegue, hizo temer por su mal funcionamiento.


La NASA ordenó al comandante Brown que no lo utilizara salvo en caso de extrema urgencia (si el transbordador corría el riesgo de salirse de pista).
Las nubes bajas y los vientos racheados de 25 kilómetros por hora hicieron también temer por un posible aplazamiento del aterrizaje (la NASA tenía un plan alternativo en la base californiana de Edwards).
De los siete astronautas del Discovery, seis pudieron exclamar aquello de ¡misión cumplida! John Glenn tiene aún por delante otros 30 días de rigurosos controles médicos. «¡Les ha sobrado pista!» A Pedro Duque, el padre, se le puso el corazón en órbita en cuanto escuchó los dos cañonazos que anunciaban la inminente llegada de su hijo, el astronauta: «Fueron como dos disparos de emoción: nunca creí que el aterrizaje me iba a impresionar tanto». «He pasado mis nervios», reconoció Pedro padre, «pero en cuanto he visto cómo bajaban, de suaves se me ha pasado todo. Ha sido un aterrizaje impecable. ¡Les ha sobrado por lo menos media pista!» Pedro y su mujer, Andrea, contemplaron el regreso a casa del Discovery desde unas gradas a cielo abierto, confundidos entre los 900 invitados de la NASA (Consuelo lo hizo en compañía de Annie Glenn, en el pabellón reservado para los cónyuges de los astronautas).

A los padres no pareció inquietarles las noticias sobre la seguridad del aterrizaje sin paracaídas: «El jueves, cuando hablamos con Pedro, nos dijo que no nos preocupáramos por lo que decía la televisión, que todo iba estupendamente y que no corrían ningún riesgo. Hemos visto que tenía razón».


Tan sólo una vez pudieron hablar Pedro y Andrea con su hijo mientras estuvo en órbita: «El tiempo que teníamos era muy limitado, y no queríamos robarle minutos a Consuelo». Casi toda la semana se la han pasado imantados al canal de la NASA, en esa televisión que cuando está apagada la cubren con la bandera de España. Ayer por la noche tenían previsto rescatar a su hijo del halo protector de la NASA y agasajarlo con una fiesta familiar. El astronauta español volará hoy rumbo a Houston en compañía de su mujer, mientras que los padres lo harán en un vuelo comercial. Esta misma semana Duque se paseará junto con John Glenn y los otros cinco tripulantes del Discovery en un multitudinario desfile por las calles de Houston.