VALERI POLIAKOV

El hombre de las estrellas Valeri Poliakov vivio 437 días seguidos en el interior de la Estación Espacial Mir. Días de trabajo duro y felicidad profesional.
Su hazaña, más alla del record, supuso la demostración práctica de que un ser humano podía resistir la ingravidez suficiente tiempo como para viajar a Marte.
«El corazón de la ISS nos pertenece, es ruso» Nadie podrá sentir un escalofrío como el que recorrerá el espinazo de Valeri Poliakov cuando la Mir desaparezca para siempre bajo las aguas del Océano Pacífico.
Para Poliakov, la Mir fue algo más que una estación orbital, fue su hogar en el espacio durante 14 meses y medio ininterrumpidos. En su interior se desenvolvió como pez en el agua durante los 437 días, 17 horas, 58 minutos y 16 segundos que en 1995 le hicieron pasar a la Historia como el cosmonauta que más tiempo ha logrado permanecer en situación de ingravidez en un vuelo espacial continuado.
Poliakov, que dio más de 7.000 vueltas a la Tierra (distancia equivalente a 402.250 millones de kilómetros), volvió a pisar tierra el 25 de marzo de 1995 con la certeza de haber demostrado que el ser humano es lo suficientemente resistente a la ingravidez como para viajar a Marte. Pocos días antes de que el sacrificio de la Mir se consume, este simpático médico de 58 años y mirada traviesa, que se confiesa amigo de los Reyes de España y que ha elegido las islas Canarias como destino de rehabilitación para los astronautas rusos, habla desde el Instituto para los problemas Médico-Biológicos de Moscú, del que es su vicedirector desde 1994.
P.- ¿Qué se le pasa por la cabeza cuando faltan escasas horas para que se hunda la Mir en el océano? ¿Está en contra de su sacrificio?
R.- No. No estoy en contra. Como suele decirse, todo va según el plan. Sin embargo, es natural que sienta pena. Mis dos vuelos en la Mir suman un total de 679 días, y es lógico que su fin me entristezca. Es como si te separaran de la casa donde has vivido, o como deshacerse del coche que durante mucho tiempo te sirvió pero que ya ha envejecido. Son sentimientos puramente humanos.
P.- ¿Se podía haber prolongado la vida de la Mir?
R.- Hace dos años, cuando me dieron el premio Príncipe de Asturias, hablé de este tema con la Reina y con el Príncipe. Les dije entonces que si varios países decidieran agruparse para financiar la estación, podría existir un programa nacional original español. Además, Pedro Duque realizó sus entrenamiento como astronauta de reserva de la Mir. Hemos podido desarrollar un importante programa nacional. Pero desgraciadamente ningún país respondió positivamente a estas exhortaciones y no hemos logrado encontrar dinero adicional al presupuesto como para mantener la estación.
P.- Su larga estancia en el espacio marcó un récord mundial. ¿Qué significado tiene para usted, para su vida y para su carrera profesional este largo periodo en el espacio a bordo de la Mir?
R.- De vez en cuando me da por divagar filosóficamente sobre este tema y llego a la conclusión de que aquel periodo marcó el punto álgido de mi felicidad profesional. Una experiencia de la que se deduce algo muy importante: el hecho de haber conservado mi salud y mis capacidades motrices en situación de ingravidez durante tanto tiempo demostró la posibilidad médico-biológica de lanzar un vuelo tripulado a Marte. De este proyecto nos separan 20 años. Pero como podemos ver, el tiempo pasa sin darnos cuenta. Nosotros los rusos hemos dado argumentos suficientes en el siglo XX para pensar que este vuelo es a priori realizable. Todo ello hace que me embargue una profunda satisfacción moral y profesional.
P.- ¿Cuál fue su momento más peligroso a bordo de la Mir?
R.- Usted sabe que la cosmonáutica pilotada es considerada como una actividad humana de riesgo extremo y, por lo tanto, los momentos peligrosos son inevitables. Hemos tenido incendios a bordo que hemos logrado extinguir rápidamente y cuyas consecuencias podían haber sido desagradables. Una vez, nos quedamos sin energía por un fallo del sistema de dirección. Hubo momentos peligrosos, sin duda, pero precisamente estamos entrenados para salir de esas situaciones de estrés sin dejarnos dominar por el pánico.
P.- ¿Su momento más satisfactorio a bordo de la Mir?
R.- Tuvimos muchos días maravillosos, como cuando festejamos el Año Nuevo, o el día de Navidad [el 7 de enero según el calendario ortodoxo]. También resulta muy reconfortante cuando te salen bien algunas etapas esenciales del trabajo. Eran muy agradables los días en los que llegaban las nuevas tripulaciones.
P.- ¿Cómo era una jornada en la Mir?
R.- Si no se producía ninguna avería -bromea Valeri-, la jornada se desarrollaba según marcaba el plan. Vivíamos según el horario de Moscú cumpliendo una jornada de trabajo de ocho horas con gimnasia profiláctica. Pero como siempre hubo mucho trabajo, los días volaban sin darnos cuenta. Para mí fueron especialmente interesantes los programas de investigación médica y los experimentos. Como anotábamos en el balance físico de la jornada, al final del día sentíamos cansancio, lo que remediábamos con un buen sueño.
P.- ¿Cómo marcha el plan para la rehabilitación de los astronautas rusos suscrito por su instituto con el Gobierno canario?
R.- Cuando la Mir estuvo tripulada no logramos concretar dicho acuerdo, pero a partir de ahora los cosmonautas rusos (y puede que uno extranjero) pasarán su periodo de rehabilitación en Canarias. Un grupo de expertos del Instituto de los problemas Médico- Biológicos tiene previsto supervisar junto con especialistas canarios los centros de descanso en las islas.
P.- ¿Qué balance haría de estos 15 años de vuelo de la Mir?
R.- La Mir constituye un logro sobresaliente no sólo para el desarrollo de las altas tecnologías, sino para las distintas ramas de la ciencia y la biotecnología. La Mir es el símbolo de una época que entrará en la historia de la cosmonáutica pilotada.
P.- ¿El fin de la Mir simboliza también el ocaso del poderío espacial ruso tras la caída de la Unión Soviética?
R.- Yo no estoy de acuerdo con esa idea. Creo que los optimistas tenemos el mismo derecho que los pesimistas a defender nuestro punto de vista. Pienso que ahora las relaciones de cooperación pueden continuar y desarrollarse. El corazón de la Estación Espacial Internacional nos pertenece, ya que es un aporte ruso. Y digo el corazón porque se trata de la dirección, del sistema de abastecimiento que dota de vida a la estación. Con semejante aporte creo que Rusia puede tener un diálogo de igual a igual y tomar parte esencial en la dirección del proyecto.
El hecho de que se agrupen la agencia rusa y la norteamericana, no implica solamente que existe un acuerdo político formal, sino que se reflejará en el trabajo real desarrollado conjuntamente en el espacio. Esto puede dar buenos resultados porque a partir de la Estación Espacial Internacional, lógicamente debe arrancar el proyecto para realizar un vuelo conjunto a Marte. Para eso necesitamos unir nuestra experiencia acumulada. Y Rusia ha de difundir la suya, que nadie puede negar que es muy importante.
P.- ¿Cómo ha afectado el fin de la URSS a la industria espacial rusa?
R.- De la peor manera posible, ya que la perestroika se dirigió por un camino erróneo y, tras una sucesión de errores, devino el caos político y económico. Además de a la cosmonáutica, la crisis afectó a los ámbitos humanitario, educativo, sanitario, y científico. La base democrática que legó la perestroika permitirá enderezar todo esto, pero el problema es saber cuándo.
P.- ¿Cuál es a su juicio el mayor logro tecnológico de la Mir? ¿Y su mayor defecto técnico?
R.- Sobre esto último no sabría decirle, ya que la Mir constituye un logro único. Imagínese una masa enorme de metal compuesta de bloques, montada allá en la ingravidez, susceptible de ser reparada y con posibilidades excepcionales para las investigaciones científicas y para los procesos tecnológicos... Dado que la Mir fue una estación internacional visitada por tripulaciones procedentes de todas las grandes naciones, no creo exagerado afirmar que la Mir fue un logro de escala planetaria, de la cosmonáutica mundial. |